Lo que sentí fue tan hermoso. me gustó estar ahí para ti, simplemente observando tu rostro, sintiendo cada vez más que nos completamos uno a el otro. Encontrando seguridad al sentirnos cerca, siendo sinceros entre miradas, grabando aquel hermoso momento en nuestros recuerdos.
Se quedó desnuda ante mí. Mis manos quedaron a la altura de sus caderas. Las suyas fueron directas al cinturón, liberando parte de esa presión que se iba acentuando. La vi de rodillas dejando claro que no iba a darme tregua. No pude contemplar bien cada parte de su cuerpo, puesto que lo que me estaba haciendo sentir solo con tenerla entre mis piernas, me costaba no perder el control. Su boca me envolvía, su lengua jugueteaba, su labios me arrasaban. Ese calor era suficientemente intenso para desearla cada vez más. Necesitaba saborear, mezclarme con ella, rozarnos de todas las maneras posibles. Mi imaginación volaba mientras le llenaba la boca y sólo pensaba en cómo sería recorrer aquel cuerpo cada mañana. Cada mañana, repetí incesantemente. Mi instinto lo tenía claro, ahora debía convencerme yo. Quizá era embrujo, quizá era amor.
Esta dañandome, esta haciéndome pensar que por más esfuerzo que implique enamorarte realizado de mi parte estará ligado a una respuesta fría, pero a pesar de esto me guardo perseverante hacia tu última palabra, aun así nada me quita la duda que en lo más profundo de tus sentimientos existe un cariño, por el cual valdría la pena arriesgar nuestros sentimientos.
Comentarios
Publicar un comentario