Se quedó desnuda ante mí
Mis manos quedaron a la altura de sus caderas.
Las suyas fueron directas al cinturón, liberando parte de esa presión que se iba acentuando.
La vi de rodillas dejando claro que no iba a darme
tregua.
No pude contemplar bien cada parte de su cuerpo, puesto que lo que me estaba haciendo sentir solo con tenerla entre mis piernas, me costaba no perder el control.
Su boca me envolvía, su lengua jugueteaba, su labios me arrasaban.
Ese calor era suficientemente intenso para desearla cada vez más.
Necesitaba saborear, mezclarme con ella, rozarnos de todas las maneras posibles.
Mi imaginación volaba mientras le llenaba la boca y sólo pensaba en cómo sería recorrer aquel cuerpo cada mañana.
Cada mañana, repetí incesantemente.
Mi instinto lo tenía claro, ahora debía convencerme yo.
Quizá era embrujo, quizá era amor.
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